martes, 2 de diciembre de 2008

La Jaula de Cristal


Al unísono que el sol dejaba las nubes flagrantes y el matiz rojizo del cielo se trocaba por negra oscuridad, en el último instante de luz, Irene contempló por primera vez la casa en la colina. Y por un segundo todo, tal vez por influjo del clima, con las nubes frías opacando lo último que quedaba del sol, o por un pensamiento disociado, en el interior de su mente; por un instante, todo se convirtió en un momento absoluto, el gris del mundo se congeló en un eterno compás danzante, y algo demasiado hipnótico hizo que la visión de esa casucha simple, acodada en lo más alejado de esa colina pedregosa, se convirtiese en un objeto atractivo en demasía.
Tanto fue así, que durante los siguientes días sólo contemplaba hacia más allá de los árboles muertos, en el estrecho camino que solía hacer desde su casa a su escuela y de regreso. Sabía bien que no podía decírselo a nadie porque sus padres y cualquier persona sensata que viviera en el pueblo, le había advertido, cuando menos alguna vez, que jamás, por ningún motivo, saliera hacia más allá de los árboles.
Y hasta el día anterior ella no había sentido tampoco ninguna curiosidad por algo así. ¿Qué eran, al fin y al cabo, sino simples despojos de corteza? Recortados contra el cielo que solía ser blanquecino algunos días adquirían un tono ciertamente tétrico, pero jamás habían sido algo llamativo. Fue más bien obra de la casualidad que el atardecer anterior ella tropezara en un recodo y al caer se desorientara tanto que sin saberlo, terminó rodeada por los troncos. Creyó, cuando se propuso regresar, que estaba desandando el camino, pero en su confusión no supo que realmente estaba saliendo, no regresando.
Recién cayó en cuenta de su error cuando por primera vez en su vida vio un horizonte que no parecía terminar nunca. Qué diferente resultaba la visión de la línea grisácea del infinito, a la del eterno ramaje confuso y retorcido que servía de morada al lugar donde ella y esas cuantas personas más vivían.
Y durante días no fue capaz de alejar sus pensamientos de esa sencilla visión, ni mucho menos de la única colina que se erguía solitaria, campeando el viento frígido que soplaba allá fuera, ni de la casa que se levantaba, tímida, en su pináculo.
Al final terminó por contárselo a alguien. Él, Ramiro, su único amigo de verdad, desde que ambos eran niños pequeños, él al menos podría escucharla sin delatarla.
Craso error. Él no sólo no comprendió sus palabras, sino que, escandalizado, corrió hacia los superiores, y les relató en sucias y concisas palabras, lo que su amiga le dijo.
No hubo castigo físico, lo cual era raro, pero las reprimendas, no sólo de estos hombres, sino luego de parte de sus padres, hicieron que Irene mirara desde entonces con desconfianza a todo aquel que la rodeaba. Sus progenitores pasaron de ser los ancianos hombres que siempre la habían cuidado, a sólo ser un par de viejos tullidos, sin más beneficio.
No volvió a dirigirle la palabra a ningún superior. Algunas veces se ganó un rebencazo en la boca por su atrevimiento, pero su estoicismo la había provisto de suficiente fuerza como para aguantar cualquier golpe, así como la suficiente también como para mirar desde entonces con un rencor creciente al chico que no supo guardar su confianza.
Y a medida que los días pasaban, los meses morían y la brecha entre ambos crecía, ella se hacía más y más solitaria, y cada vez con más frecuencia volteaba su mirada hacia la muralla de árboles. La brecha dejó de ser sólo un escollo de figuras entrecruzadas. De pronto, una noche, mientras la vigilaban, volvió a sentirse sola, como ese atardecer, cuando había logrado escapar. Entonces comprendió que ese anhelo ya no podría evitarlo más.
Su mente, carente de toda corrupción, no se ocupó más del rencor que albergaba hacia su otrora amigo. Un frío cálculo de circunstancias hizo que todo lo que estaba a su alrededor fueran solamente factores.
El sueño tardío de los superiores, los padres de Ramiro, que no permitían que el chico saliese apenas el sol se ocultaba, y sus propios padres…
El último día, ella observó el sol en toda su trayectoria. Desde el gris galpón donde ellos aprendían las pueriles lecciones de vida, donde aprendían que no existía nada más allá de la negra arboleda. La Maestra predicaba y predicaba. Sus palabras, aunque sutiles, maldecían a todo aquel extranjero que alguna vez hubiese osado mirar a través de los árboles, y habría visto su tierra oculta.
Irene apenas si la oía. Su observación habíase convertido en un romance secreto, entre ella y el sol, un romance que sólo llegaría a su culmine cuando él muriera y la señal estuviese dada.
Una cena frugal, casi en silencio. Sus padres la observaron con compasión. En su interior, ellos no dejaron de llorar desde el día en que ella se perdió, sí… porque para ellos no había regresado.
Cuando el sol murió, una risita fue lo único que se escuchó en el cuarto pequeño de la chica. Con un dramatismo inusitado, su cuerpo se resquebrajó y el sueño la capturó. Tan verídico, tan certero, que cuando su madre la vio descansando ella y su padre también decidieron descansar.
Y si bien, en efecto Irene sí dormía, su sueño no era más que una despedida, un epílogo, a una existencia que ella había terminado por detestar.
Su felicidad era tal, al despertar, que en verdad le costó más de lo que había planeado el salir en silencio. Su nerviosismo la hacía estremecerse con cada paso.
Ella atravesó el pequeño campo con cautela pero velozmente, siendo rodeada por aquello que ella consideraba su señal para su huída, el frío del amanecer, el respirar de la tierra cuando el sol ha terminado de morir y aún está a punto de renacer.
La muralla de árboles negros se ofreció ante ella, y entonces algo la detuvo.
Una mano crispada, y un susurro.
Ramiro lo había previsto. En un par de frases trató de desmoralizarla, pero ella ni siquiera lo escuchaba. Se agitaba con violencia. Él la abrazaba lo más fuerte que podía, pero ella, en su desesperación aulló, casi, contuvo un grito, y comenzó a patalear, golpeando a su antiguo amigo. Tanta fue esa ira, que él retrocedió con miedo, mientras ella ni siquiera lo miraba y se internaba en la oscuridad del ramaje.
Cuando el día por fin nació, Ramiro contemplaba aún esas ramas. Por un influjo de la luz a esas horas, el gris casi blanco se deslizaba allí, como una niebla que iluminaba con fragilidad su visión. A través de las ramas negras, casi engañado, creyó haber visto un resplandor vago. Trataba de observarlo con mayor de talle, cuando escuchó los primeros gritos de los padres de Irene.
Irene.
Fue entonces que Ramiro perdió el miedo que sintió cuando su amiga le relató que existía algo más. Ella volvió a ser importante. Forzó sus pensamientos, tratando de tenerla en su mente lo más posible. Pensó con tanta fuerza como se lo permitía su ansiedad y el terror; en el momento que volvería llevándola de la mano, y el pueblo lo aclamaría como a un héroe, y ella sería divinizada porque habría conseguido regresar de la nada.
Fue una suerte que el sentimiento tuviese suficiente fuerza como para no desaparecer mientras él terminaba de recorrer, magullado, los últimos tramos, y el horizonte comenzaba a dibujarse por vez primera ante sus ojos.
La colina estaba allí. La colina siempre ha estado allí.

Ramiro se sintió una pequeña mota de polvo lanzada al viento. Antes de que lograra reorientarse, sus pensamientos desaparecieron y él, acostumbrado a tener siempre un cobijo eterno, dudó, y desesperado, corrió hacia el primer objeto físico que pudo encontrar. Allá estaba la susodicha casa. La colina negra la elevaba, como ostentándola.
Los pies ardían, ardían como un infierno, al caminar sin que el pasto negruzco los abrazara. La roca era algo nuevo, y más aún esta roca casi rojiza, tan áspera y doliente.

A medida que se acercaba, la casona comenzaba a adquirir algo así como una forma real. A cada paso más y más de sus formas podían ser percibidas sin necesidad de atravesar el hálito grisáceo con la vista forzada.
Una pared tenía dibujada una figura que no terminaba de comprender, pero que de pronto lo estremeció. Los sentidos, en estas situaciones, parecen despertar del letargo al que se ven sometidos tras la rutina y la repetición eterna. Recién después de un momento, Ramiro comprendió lo que estaba dibujado.
Pero su temor siguió siendo tan grande que no quiso dirigir la mirada más, y tratando de ignorar la silueta de la mujer pálida que lo observaba con una sonrisa vacía, con un dejo increíblemente sardónico. Había también unas letras escritas allí, pero él no las contempló.
La puerta estaba allí ya, después de todo, y estaba apenas abierta. El viento la mecía haciendo rechinar los goznes que debieron existir desde siempre.
Ramiro aguardó un poco más, y quiso dudar. En ese momento, en verdad lo que mas quería era olvidar para siempre a Irene, sólo lanzarse corriendo hacia su pueblo una vez más, y no volver a ver nada que estuviese más allá de la arboleda negra.
Pero él nada sabía del hechizo que esperaba a todo aquel que observara dentro de la Jaula de Cristal. El encantamiento iba lejos, donde la voluntad no podía combatirlo.
Y así el terror hiciera que sus tripas se vaciasen, así no dejara de llorar y lamentarse, él entró.


Y siguió llorando, aullando casi, cuando regresó al pueblo. La gente lo recibió primero con reticencia, la que se convirtió en lástima, y luego en asco, cuando en los días siguientes él no dejó de mezclar sus lágrimas con ese esputo sanguinolento que brotaba de sus labios, y convertido en una tos perenne, expulsaba todo en derredor.
Sus padres tuvieron que encerrarlo en su habitación, dejando que allí sus gritos y su llanto lo consumiesen solo.
Pasaron días. Los padres de Ramiro creyeron que enloquecerían escuchando los delirios de su hijo, el que no lograba articular palabra alguna y del cual sólo se podía percibir ese hedor que día con día se hacía más potente y más putrefacto.
Cuando por fin se calló, ellos sintieron que habían salido de un infierno en vida. Fue entonces que tomaron la decisión de observar qué había sucedido con su hijo.
La puerta retembló un poco. De la misma forma que allá, en la negra colina, estaba entreabierto, ese portal.
Antes de morir, Ramiro había recordado la imagen de esa mujer. Su memoria le trajo ante sí las palabras que decía.

“…Y de la Jaula de Cristal jamás saldrás… y la colina negra no estará sola nunca más…”

Sus padres lo vieron susurrando esas palabras, mientras los últimos y casi descompuestos restos de su ser terminaban de unirse a la pared de madera gris. Sólo un poco de su rostro quedaba, espantosamente deformado por la mutación, mirándolos cual si brotara de la madera.
Y la semilla se plantó en ellos también, desde entonces, tal cual había sido con Ramiro, que contempló esa imagen repetida, una y mil veces, en lo alto de la colina negra, donde la Primera Jaula de Cristal albergaba los recuerdos de tanta gente.



Y en esos recuerdos pensó Irene, muchas noches, hasta que por fin pudo olvidarlos. Las estrellas la abrazaban con cada exhalar de su cuerpo, y ella terminó por sanar.
El camino se extendía demasiado, después de todo, en ese horizonte donde aún no volvía a ver otra colina, ni otra Jaula donde el recuerdo de dolores y temores pasados la entristeciera de nuevo.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Yo






El sonido es vibraciòn.


El color es reflejo.


Un latido es vida.


Un murmullo es existencia.


Una mentira es conciencia.


Una verdad es esencia.


La luz es amanecer.


La oscuridad es saludo.


Quièn soy yo?


Sonido?

Mùsica?

Color?

Verdad?

Luz?


miércoles, 29 de octubre de 2008

Dispón, humano, tan sólo es Vida

Años después de mi nacimiento, cuando me propuse atravesar los marcos vigentes de lo que me encerraba en la existencia, años incluso luego de haber cometido ese acto de atroz crueldad al haber asesinado a mis padres (aún no comprendo a la perfección si en modo de reproche o simplemente por una vaga idea de justicia), decidí que el secreto estaba en ése, el único adminículo que la Bruja me proporcionó a fin de poder recrear este fenómeno sin requerir el apoyo del contacto con otro ser vivo, hecho, que, por lo demás resultaba para mí repugnante en demasía.

Preparé todo, las probetas, el círculo emblemático y esas runas que tallé yo mismo de los hueso de mis progenitores. No tuve dudas en ningún momento, ni siquiera cuando mi voz se trastocó inmediatamente hube recitado la salmodia aconsejada y el grimorio que tenía en las manos se puso a vibrar poseído.

La sangre crepita en mi interior, deseosa de observar al detalle aquello que ha surgido de las sombras. Una llamarada de un color indescriptible la rodeó, hace unos momentos, y desde entonce,s todo ha quedado sumido en oscuridad perpetua. Algo hay de timidez en este encierro. No sé bien qué es lo que ha sucedido, pero un lugero cosquilleo muy dentro de mí me hace dudar acerca de si solamente es ansiedad o estoy viéndome envuelto en un terror que crece más y más.

Aunque, es probable que así sea justamente, pues a poco que la oscuridad va desplazándose a lo lejos, puedo observar lo que ha surgido de ella. Puedo verme a mí mismo, y a eso, sea lo que pudiese ser, que está brotando de mi interior en estos momentos.

Quizá sea esa misma mezlca de sensacines, el horro y la ansiedad, lo que hacen que mi pánico se convierta en una risa macabra, saludando a la noche que me entierra por completo, mientras salvajes volutas de sangre enardecida estallan en derredor, y aquel a quien di vida sale, carcomiendo mis entrañas.

lunes, 13 de octubre de 2008

Mío

Deseaba tener una vida.

Desde que nací tuve esta sensación. Sé que es extraño, pero tengo memorias que quizá sean más antiguas que yo mismo. ella nunca me han dejado tenerles miedo.

Algo de lo que está en mi mente y no debiera, me aterra, silenciosamente, pero de cuando en cuando la pena embargada por esos recuerdos me deja un poco, pero es entonces cuando viene a ser reemplazada por eso otro.

¿Es esto verdad?

Después de haberme visto a mí misma en tantas realidades, en tantas facciones del prisma que compone mi existencia, esta última, este lado del caleidoscopio no parece convencerme.
Sé que podría vivir por siempre pues desde que fui engendrada, desde que mis padres otorgaron a mi esencia un cuerpo físico, he habitado este plano; pero... también desde aquel entonces sé que es sólo uno más...

La canción que me acompaña, empero, es débil... falsa quizá.

Eso es lo que me hace dudar en ésta, la última vez que estoy vislumbrando cómo el sol va cayendo en el horizonte, haciendo morir otro día que estoy encerrada en esta existencia.

Y el último recuerdo que acude a mí, es aquél que me susurra que no es ésta la primera, ni la última vez que he hecho esto.

Ahora, cuando estoy abriendo las puertas, y mi fuga está lista, inundada por lo que queda de mí, mirando hacia el crepúsculo naranja que refulge desde el puente donde me lancé, algo, extrañamente, me parece familiar.

Y de pronto, con terror he comprendido que el resto de los mundos es el que podría ser falso.

Y tal vez... tal vez esté escapando de mi única existencia real, a hundirme en el mar de falsedad de lo que hay más allá...

lunes, 15 de septiembre de 2008

Un último acto de justicia

Desde aquel día que empecé a tener conciencia sobre mí misma, he intentado ser una buena persona.

Desde niña incluso, ayudaba a quienes estuviesen junto a mí. Traté de vivir con suficiente individualidad para que mis padres no tuviesen que ocuparse en demasía de mí, y creciendo y madurando, llegué a pensar, llegué a tener la certeza de la igualdad que existe en la raza humana.

Cuando mi novio, allá en colegio, me abandonó para buscar algo más, que le aportara para su egoísmo en vida, lo más que pude fue agradecerle por el tiempo que me dedicó, y desearle lo mejor, pues él, como todos, no hacía más que vivir su vida buscando un mejor camino. Pedí a los cielos, por él, para que no topara algún espejismo en el camino y siguiese siendo la persona dulce que un día conocí.

Cuando mis padres murieron, en mi soledad, combatí por todo lo que tenía de vida. Fomenté un futuro para mí, donde pudiera vivir ayudando a todo aquél que lo necesitara.
Y luego de años de estudio, conseguí formar parte de ese grupo, en la sociedad, que a los ojos del común de la gente no hace más que castigar al injusto y proteger al justo.

Como fiscal, empero, lo que siempre intenté, fue enseñar al injusto y cuidar lo más posible del inocente. Después de todo, ¿cuánto podría juzgar yo de uno u otro? ¿Cuán inocente soy, en realidad, y cuán culpable sería cualquiera? Sólo sé cuánto puede aprender alguien para saber que no está solo en el mundo, y con lo más puro y alto que puede existir es ayudar a alguien más.

Y es que en el fondo, eso es algo que siempre he sabido a cabalidad. Así mis padres no estuviesen conmigo, así nunca hubiese tenido hermanos y no haya conservado a ninguno de mis amigos, sé que nunca he llegado a estar sola.

Esa certeza es la que me ha acompañado siempre, a lo largo de estos años, aún mientras muchas veces hube de observar, impotente, cuán cruel puede ser el mundo con mis hermanos, cuando aquellos que habían sido injustos no podían enmendarse y debían ser desechados.
Peor aún. Muchas ocasiones han sido testigos de inocentes lanzados a la hoguera. Yo no podía evitarlo. Nunca tuve la potestad total, después de todo.

Pero el momento cúlmine llegó hace unos días. Sé que ya estoy anciana, y sé mejor aún que con los años mis sentidos y mi intuición se han aguzado.
Y comprendo a la perfección que esa prostituta que asesinó a ese hombre del gobierno, no hacía más que defenderse.
Que su hijo no merecía quedarse sin madre.
Que quizá ese hombre, el que murió, tan sólo fue a algún sitio donde ya no tuviera que ceder a sus tentaciones y a su propia corrupción.

Lo sé, lo entiendo todo. No he podido hacer nada, sin embargo. Para hoy, ella ya debió ser ajusticiada. Así funciona este mundo, por lo visto, y no puedo hacer nada.

A menos que tomara esta decisión. La que mi novio en colegio quiso que tomara hace tantos años. Él no podía comprender mi búsqueda de igualdad y bien para todos. No, porque él estaba concentrado en conseguir poder, así fuera por los medios más ruines.

Porque, pese a que él sacrificó a esos animales, trató de asesinar a sus padres, y hasta a mí, quizá algo faltaba en él. Yo no lo acusé, y guardé sus secretos. Siempre creí que llegaría el momento en que tuviese lo que quería.
Cuando años después me enteré de su suicidio, no pude menos que interpretar su acto postrero como la búsqueda de un sendero más amplio. Una ruta de escape o el camino real hacia lo que buscaba.

Fue una suerte que antes del final él me enviase esas cartas donde me hablaba de sus secretos, como cuando aún estábamos juntos.
El grimorio estaba junto a ellas, y también la forma en que debía llamar a esa entidad que él tanto buscó y que al final no pudo soportar.

Lo dije bien, y esta noche lo sigo creyendo. Él tenía otro camino. Espero que ahora sea libre. Lo amo, como a todos, pero sé bien que no fue lo suficientemente valiente como para aceptar este poder.

Yo lo he conjurado, y ahora mi visión se acelera y se acrecienta, y estoy a punto de dar el paso final.

Sé bien qué es a lo que estoy renunciando. A partir de mi despertar, desde mañana, podré ver a través de los misterios del mundo. Nada volverá a tener secretos para mí, y por fin podré juzgar y salvar a la gente, pues además ejerceré un control irrebatible sobre ellos.

Y a cambio, mi alma será suya, por toda la eternidad. Algo de esperanza, queda, empero, en mi corazón, pues sé que esa porción de espíritu que Él se está llevando, no es más que una parte, en esta gigantesca rueca de ánimas, y que las demás estarán junto a mí, aunque esté hueca, para que yo los proteja y los ame, como siempre deseé.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Carne, sólo carne

Cuando me tomé la molestia de fijarme en ese maltrecho despojo que estaba frente a mi casa, pensé que sería un atributo caído desde el mismo destino... algo que alguien quizá me habría enviado para por fin sobrellevar de mejor manera mi aislamiento y mi soledad.

Mi cruento y desgastado cuchitril, de cualquier forma, ya había dejado hacía tiempo, de ser una prisión, y si bien pude por fin pasearme por las calles que a su alrededor hacen este perduzco circuito, nada he encontrado, y no parece que eso vaya a cambiar.

Sólo después de todo este tiempo, y de haber deambulado sin sentido ni objeto, me encuentro con que ya atravesé quizá lo que cierne éste mi mundo, y todo ha sido soledad, abandono...

Hasta ahora. La pestilencia que arrojaba este objeto me atrajo en primer lugar. Se preguntarán porqué un olor desagradable puede resultarme grato, pero es que luego de tanto tiempo sin tener sentido alguno, el que uno de elllos sea tan estimulado, es como sentirse vivo de nuevo.

Y mi olfato, que estaba reviviendo, se congració. Mi vista también, al ver la carne maltrecha que se retorcía con perversa naturalidad.

¿Cuándo será que este compañero en mi soledad vino hasta acá? No estaba cuando yo salí por fin y me puse a caminar... ¿O será que no pude sentirlo en ese entonces porque mis sentidos aún estaban dormidos?



Aún pienso en ello, mientras sigo deleitándome, y le doy a mis sentidos redivivos, el mayor festín de todos. Mi gusto ha renacido, es un hecho, ya que puedo percibir el sabor metálico y el gusto a veneno de la muerte.
Al menos podré pensa en mi soledad, con esta frugal comida. Al menos ahora sé que puedo sentir algo...

miércoles, 13 de agosto de 2008

Igualdad

Un día esta muchacha despertó viendo cómo el mundo al asomarse (según ella creía) al final, llevaba consigo sólo gente que se esmeraba en comerse la una a la otra.

Y sabiendo que ella era dferente, quiso cambiar un poco el curso de las cosas. Y salió desde entonces, en un camino que nunca acabó, visitando a odas las personas que vivían cerca de su abandonado hogar, susrrándoles unas veces, gritando a los cielos las otras, ideas que aún en ese entonces eran consideradas estúpidas y pasajeras.

Conceptos como igualdad, confraternidad no eran comprendidos como algo posible. No por esa gent acostumbada a que el pan de cada día es el que le arrebatas a alguen más.

Y tanto caminó y habló esta mujer, que al final de su vida, cuando los años pesaban tanto que sus pasos ya no volaban por los aires, muchos la seguían.

Y por un tiempo al menos, mientras la vida de ella s extinguía, el mundo trabajó con todos sus hijos codo a codo, y los humanos fuimos seres que vivimos en paz y armonía.


Ella no murió. Simpemente nadie volvió a verla jamás, desde el día que regresó al lugar que aguna vez fuera su hogar. En ese sitio, que para iempre será un desolado páramo, no ha quedado más que arena gris y fría.

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Han pasado unos seis mese desde que ella se fue del mundo.

Anoche, un sujeto atravesó la alberca de mi casa, y dejó un papel pegado a mi puerta, donde discursaba el nuevo Dictador.

viernes, 18 de julio de 2008

Ser

Despiertas, te desgastas,

Roes tu realidad, te alimentas de ilusiones,

Eres humano...


Predicas algo que no crees,

Deseas algo que no es para tí,

Eres humano...


Robas, matas, victimizas,

Serás libre,

Eres humano....


Tienes mil dimensiones y vives en una,

Como un laberinto del cual no puedes escapar,

Aún eres humano...

martes, 1 de julio de 2008

Limbo

Elizabeth se levanta, trata de desperezarse un poco y no termina de entender. Su hermana Augusta la abraza un poco, siquiera para darle algo de calor...

En este desierto negro e infinito, sus voces son murmullos que lastiman la ceniza.

Que hienden el vacío.

-Qué suerte que estamos muertas... -susurra Elizabeth.

-No -replica Augusta, con una lágrima de regocijo temblándole en el ojo - la suerte es que tampoco estamos muertas...

jueves, 19 de junio de 2008

Un héroe y un villano

Una cadena sujeta al pobre muchacho, lo ata al suelo y le impide lanzarse en pos de lo que desea.
Sí, es una cadena, con eslabones entrelazados que brillan como desgracias pasadas.

¿Quién pensaría que a tan pocos años de haber llegado al mundo, éste lo quebraría de esa manera?
Los pasos doloridos resuenan cantando una canción de desesperanza, el chico siente una lágrima brillar a medida que avanza a ello por lo que ha peleado tanto, pero ésta lágrima es más que sólo sal y fluido, está hecha de una ambición rabiosa, de ésas que devuelven la vida cuando todo se ha perdido y la fe rota deambula como ave de presa.

Un paso más, y el chico ha dejado un poco del rastro de la desgracia, otro más, y un vestigio de valor ha asomado a su mente.

Sí, en el asalto le robaron todos sus ahorros, pero ahora que es un hombre, la señora podrá darle el disco a crédito.... al menos eso espera...

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Basado en un hecho real (ah!, los años de colegio...)

viernes, 6 de junio de 2008

Torque

Vacío resuello de la noche exclama lágrimas de rabia.
Obtengo el perdón de su voz con cada aullido que lanza, mientras avanzo y atravieso su integridad con mis manos desnudas. Corro hacia el vacío y esquivo por poco el golpe furioso que su defensa invade sobre mí. Ahora tengo una mano sobre él, y mi pulgar comienza a sofocar su garganta.
Deliciosos espasmos de dolor y desesperación me hacen sentir un claro atisbo de victoria, hasta que por fin él se libera y con un rojo fulgor en los ojos, perpetra mi carne.
Salpica el rojo fluido cubriendo todo mi ángulo visual. El carmesí y su brillo sobrenatural me despiertan, me aceleran. Sé bien que estoy condenado. Sé bien que he dejado todo lo que tengo de humanidad atrás. Pero él será quien lo pague. Él tendrá mis pecados en su mano, mientras su vida escapa ululando ante mí.

Ahora voy a morir, o voy a continuar.

O simplemente reinicio desde el último checkpoint. Qué suerte que mi PS2 aún admite mi memory card...

domingo, 25 de mayo de 2008

La Blanca Frontera del Mundo

Soy un hombre sencillo. Nunca necesité más de la vida que lo que me proveía esta pequeña casa blanca donde siempre he habitado. Después de todo, nunca conocí nada más. Hace mucho que mis recuerdos infantiles murieron, y si bien alguna vez llega hasta mí la sutil voz de alguien que ríe, o el repicar de las voces de más personas, hace demasiado que no ha habido nada realmente claro, así que opté por tomar esas visiones por simples escaramuzas entre mi psique y mi locura latente.

Y así fue por siempre, hasta que llegó aquella carta, ese anochecer maldito.
Quizá nunca sepa cómo es el rostro de aquella que la escribió, pero al menos tengo su nombre latiendo en mis sienes.
“Augusta”… así reza el remitente. Al leerlo, sentí una enorme tristeza, pues deseé poder escribir mi propio nombre, sólo que ya no lo recuerdo.
Además, ¿De dónde vino este trozo de papel? Tan sólo apareció un día en que el cielo iba haciéndose rojo y el frío comenzaba a caer de nuevo.

Yo creía que nadie podría llegar hasta esta elevación. Ignoro el porqué de este aislamiento mío, pero así es como vivo. La casa blanca está encaramada en la cúspide de esta colina estrecha. Algo de vegetación gris hace de alfombra hacia todas direcciones, y añade un toque fantasmagórico los días de invierno, cuando la niebla llega hasta niveles inferiores, y se convierte en un mar blanco todo alrededor, con una isla flotando en la inmensidad, donde sólo yo estoy.

¿Alguien habría atravesado ese campo helado? Un par de veces yo me aventuré a bañarme de su esencia inclemente. Ese par de veces estuve a punto de morir, y mis pulmones estuvieron enfermos durante días.

Empero, ahora, tanto tiempo después, ha llegado hasta mis manos una señal de que en verdad hay algo más allá. Que siguen existiendo lo que llamaba “personas”.

La carta reza algo más. Sí, en ella he podido leer un fragmento pequeño, donde esa mujer, no sé con qué sentimientos, me llama “hijo”.

Ahora estoy llevando este trozo de papel en mi mano nudosa. Lo aferro, pensando en esas palabras, y soñando que el llamado que hace esa mujer es una invocación. Verdaderamente que es una forma de llamarme de vuelta a su lado, y llegar a un sitio donde hay personas, que piensan, viven y hablan.
Me sostengo de la fuerza que me ha dado, en este momento, cuando avanzo tan siquiera un poco más, y mi cuerpo se enfrenta al cruel embate del frío infinito.

He avanzado un poco ya, y aún siento que la niebla se ríe de mí. Sigo percibiendo sus dedos largos penetrando mi organismo. La sensación de frío me ha embotado ya un tanto, y apenas si distingo el peso de mis propios pasos. He llegado al punto en que la madeja gris del pasto se ha convertido en niebla también, y yo tan sólo camino en un campo infinito de palidez.
Así, hechizado, no he llegado a sentir el desfallecimiento de mi sentir. A cada paso, he ido pediendo como si se fuera desgajando, un poco de mi aliento. El blanco de alrededor ha comenzado a volverse oscuridad, nada más. Volutas de dolor revolotean entre el mundo y yo, danzan crueles, y perpetran mi respirar.



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Cuando despierto, una inmundicia roja y oscura brota lentamente de mi nariz. Quisiera pensar que es un engaño más de mis sensaciones, pero el dolor esta vez es demasiado palpable como para negarlo. Sin embargo, yo lo agradezco, pues este padecimiento es el que ha logrado despertarme.
Es así como yo puedo sentir esta sensación, que aviva mi nostalgia y me hace vivir de verdad mis momentos postreros.

Porque sí, estoy muriendo, pero el cielo está resplandeciendo de un gris hermoso y de una tibieza reconfortante. La hierba por fin ha dejado de ser gris, y no se quiebra más cuando la toco. Ese color verduzco es algo nuevo, o algo que no recordaba tan sólo, pero algo en él me reconforta.

El mundo se ha convertido en una marea de sensaciones nuevas, y en estos breves instantes, he palpado cada uno de los sentimientos que debía haber enfrentado en mi vida.

Hasta he llegado a sentir, en o más profundo de mi corazón, el esbozo del amor, mientras veía a lo lejos, entre las colinas circundantes, y mis ojos descubrían una verdad que yo he esperado toda mi vida.

Las casas de todos los colores estaban allí, y arrojaban sobre mí algo de luz y algo de recuerdos, reflejando la luz bondadosa y tenue que nos arropa a ambos.

Y yo volví a sentirme una persona, mientras mis pulmones exhalaban su último respirar, y mi sangre me ahogaba por fin.

viernes, 23 de mayo de 2008

Un día un Lobo caminaba por la estepa, vagabundo

Y ese día, cuando amanecía, él permaneció frío y meditabundo.

Porque algo aparecía justo enfrente.

Una luz blanca que lo cegaba bellamente.

Y un nuevo camino

Con una mano tendida

Mi Diosa sonriendo, y un amor encendido

Yo la amo, por toda mi vida.

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Para mi Musette, mi hermosa razón de vivir.

lunes, 19 de mayo de 2008

Donde el despierto sufre...

El día de hoy, nuestro presente, recuerdo (rememoro), algún tiempo pasado, cuando el vaivén del mundo me impidió mover mi mente hacia el presente y lo corpóreo, y viajé hacia esa otra tierra desgastada, hecha de un gris infinito y de una belleza sepulcral. Allí, donde yo era una mota en el frágil despojo del universo, volando, siempre siguiendo la marea de aquél océano invisible y quizá inexistente...


Y es por eso, que te he dejado este escrito, para que sepas cuál es la razón por la que debo matarte.

Tú, hace días, me preguntaste, hacia dónde iba mi mente. Interrogaste. Quisiste saber cuál era mi segunda tierra.

¿O quizá solamente querías saber la causa de mi prolongado sueño?

No importa. Tu vida, para mí, ya no es más que la secuela de lo que un día me abrazó en el mundo, cuando deseaba odavía estar despierto. nadie debió conocer la entrada hacia mis sueños. Ojalá lo hubieses entendido.

Quisiera tan sólo haberte dejao y nunca más volver a verte, y no tener que hacer esto.

Y ahora tu sangre inunda mis manos, y mi conciencia se quiebra a medida que tu alma, roja y descompuesta, llena nuestra habitación de una fetidez que sólo existe aquí donde los despiertos sufren.

viernes, 16 de mayo de 2008

Y ante la soledad

He recorrido una ruta que mira hacia el poniente

Y a cada paso sus palabras reverberan en mí.

Sé que no debo retroceder.

Pero ¿Y si dejo mi corazón atrás?

¿No debo retroceder ni siquiera por él?

lunes, 12 de mayo de 2008

Claustrofobia (primera versión)

Que caiga el otoño en la claustrofobia de esta tierra cerrada y sin salida.
El sueño se ha ido y yo sigo dentro, tratando vanamente de respirar con esta alma seca de sangre corrupta sobre mi rostro.
Miro alrededor, y en todo este cubil no hay más que arena desgastada y horrible. No puedo salir.
Mi cabeza, inútilmente, se debate de un lado a otro. Mis piernas, encerradas en ésta cárcel espantosa, se niegan a obedecer.
Sobre mí están ellos, yo lo sé muy bien. Las luces no son de nadie. Alguien debe poseerlas.
Es entonces, cuando al tratar de mirar, siento aquella mano helada con esos dedos espantosos, hechos de hielo y carne. Sus garras se posan en mi torso, y sin que el suelo ofrezca resistencia, me descubren. Algo ha salido mal, pienso yo, confundido, al ver estos chorros de sangre. Ya sin poder reaccionar, mi mente pierde su autocontrol, y cae en la oscuridad.
El día de mi muerte es maravilloso. Por fin deja de existir la esperanza. Por fin puedo abandonar todo, y rendirme.
Me han sacado de mi tumba. Es hermoso, el mundo cuando uno lo ve con estos ojos.
Mi putrefacción se mezcla a cada respirar, con todo lo que me rodea. Todo es hermoso, así, muerto. Ya no me importa que me hayan extraído. No me importa que me hayan profanado. Ni me interesa el futuro. Esto es mejor que la vida.
Adelante, utilícenlo.
Que sus batas blancas me cubran
Mi cuerpo será roto. De él van a estudiar…

miércoles, 7 de mayo de 2008

Improvisación

Esa noche mi hermano decidió caminar por la vereda en la oscuridad...

Maldito estúpido, nunca debió darme la oportunidad....

Ahora sus huesos adornan mi mesa de noche

Yo lo quería mucho.

¿¿Porqué tuvo que caminar por la oscuridad??

lunes, 28 de abril de 2008

El desayuno en la fría lluvia

Era avanzada la mañana cuando me dispuse a apartar por fin las cobijas y dejar que mis pies se corroyeran del entumecimiento, tocando el frío piso de madera de mi casa desolada y solitaria.

Desde antes de que mi mente cobrara conciencia totalmente, creía haber sentido el siniestro y repulsivo hedor de la podredumbre. Después de dos días, era natural que los desechos de mi perro hubieran dejado su siembra en el hogar.
Alargué la mano desde una de las ventanas, hacia el traspatio, y comprobé que en efecto, la lluvia ligera aún no cesaba. Traté de olvidar la pestilencia y sentirme más a gusto, con el frío de este sitio en paz.
Con cuidado, pues siempre habíame provocado accidentes de todo tipo, me acerqué a la cocina, y coloqué la enorme caldera de té que mi familia usaba desde hacía generaciones. Mientras esperaba que el agua calentara y me proveyera de algún abrigo contra el gélido estertor del aire matutino, deambulé indeciso por los cuartos solitarios, recordando los últimos momentos en familia. Iba a extrañar a mis padres, sí lo sabía bien, pero… era necesario que ellos partieran.

Todos siempre supimos que los suministros no nos abastecerían más que para unos días.

Al final, me decidí, y me armé del recogedor de basura y la pequeña pala improvisada, y me dispuse a limpiar la salida de casa de las excrecencias de mi mascota. El pequeño me saludó con una mirada soñolienta en tanto yo enfrentaba tiritando la lluvia helada, y pensaba en mis padres con enorme gratitud, pues me habían permitido vivir acá, solo, y no tener que perecer de inanición junto a ellos.

El silbido de la caldera me sacó de mis elucubraciones. Dejé todo listo, y levanté las manos al cielo, para que la lluvia me limpiara. No vaya a ser que coma mi primer desayuno con los dedos infectos de excremento.

¡Maldita caldera! Nunca pude entender cómo chilla tanto…

Ya está listo. La taza me sonríe también, haciendo un coro de bienvenida con las cucharillas de azúcar, con el vapor emanando de mi delicioso té.
Sólo faltan ellos. Y así, preparado para mi primera comida, en mi propia casa, en éste páramo solitario, abro mi refrigerador, y enfrentado el duro hielo, saco los restos cercenados de los cuerpos de mis padres. Examino todo un poco. No es difícil decidirse. Un fragmento de una de las piernas será suficiente. Después de todo, no me voy a privar de algo verdaderamente alimenticio. Luego tendré todavía abasto. Seguramente los tejidos de los brazos, bien sofritos me proveerán un pasable almuerzo.
La sartén recibe cálidamente la carne otorgada con cariño. Sólo un tiempo dura su fritura.

Y por fin, me dispongo bien, y procedo a comer un poco, no sin antes agradecer de todo corazón a Dios que dio a sus hijos un sabor tan particular, ni tampoco de compartir un poco con mi compañero canino, que me acompaña en la soledad de mi desayuno.

martes, 22 de abril de 2008

Perfecta

Resulta que aquel muchacho no tenía pies. No sabía bien porqué, o cómo, pero no las tenía. Y ya que sin ellos no podía caminar, decidió que debía tener al menos algo parecido.
Así fue que buscó y buscó entre los trastos de alrededor, hasta encontrar dos piezas de metal largas y con las que pudiese equilibrarse. Pero sus piernas terminaban en un par de muñones cerrados. Él forzó y forzó la piel, usando la misma punta de las varas, hasta atravesarla, y asegurarlas en la carne. Sangró, si, y mucho, pero el muchacho no murió, como pude comprobar.
Con aquellas extremidades listas, por fin logró ponerse de pie, y salir a ver a aquella que buscaba. Tampoco sabía quién era ella, ni porqué debía encontrarla, pero eso no era lo importante. Lo único que en verdad importaba era hallarla.
Caminó y caminó durante tiempos desconocidos, atravesando tierras ignotas, áridas e inhospitalarias, hasta llegar a aquella casa negra. Atravesó los portales, subió por escaleras larguísimas, y por fin llegó hasta el sitio donde ella dormía.
Su habitación era blanca y pura, al igual que el lecho. Allí, sobre el mullido colchón, ella dormía un sueño apacible e interminable. Él quiso despertarla, pero no pudo. Intentó tocándola con suavidad, hablándole, hasta golpeándola, pero ella seguía durmiendo. Entonces él supo perfectamente qué debía hacer. Él, que era imperfecto y sucio estaba despierto; mientras que ella, perfecta, e inmaculada, no podía llegar a despertar.
Y en verdad ella no despertó. Ni aún cuando él tomó ese trozo de metal gastado y oxidado, y le cortó los pies. Ni aún cuando él tomó también otras varas similares a las suyas, y las puso en los sangrantes pies de su musa.
Pero ella debió despertar al fin. Es decir, de no haber sido así, yo no podría escribir estas líneas. Porque aquella era mi madre…

jueves, 10 de abril de 2008

Uno

Deseaba mirar al exterior.
Deseaba tan sólo contemplar, sin pensar.
Porqué ese odio, desde dentro y desde fuera???
Tiene algún sentido?
Tengo algún sentido?

jueves, 27 de marzo de 2008

A ver si da

Bueno, saludo a todos, yo, el tan llamado Corven Icenail, Padre de los Lobos.