miércoles, 13 de agosto de 2008

Igualdad

Un día esta muchacha despertó viendo cómo el mundo al asomarse (según ella creía) al final, llevaba consigo sólo gente que se esmeraba en comerse la una a la otra.

Y sabiendo que ella era dferente, quiso cambiar un poco el curso de las cosas. Y salió desde entonces, en un camino que nunca acabó, visitando a odas las personas que vivían cerca de su abandonado hogar, susrrándoles unas veces, gritando a los cielos las otras, ideas que aún en ese entonces eran consideradas estúpidas y pasajeras.

Conceptos como igualdad, confraternidad no eran comprendidos como algo posible. No por esa gent acostumbada a que el pan de cada día es el que le arrebatas a alguen más.

Y tanto caminó y habló esta mujer, que al final de su vida, cuando los años pesaban tanto que sus pasos ya no volaban por los aires, muchos la seguían.

Y por un tiempo al menos, mientras la vida de ella s extinguía, el mundo trabajó con todos sus hijos codo a codo, y los humanos fuimos seres que vivimos en paz y armonía.


Ella no murió. Simpemente nadie volvió a verla jamás, desde el día que regresó al lugar que aguna vez fuera su hogar. En ese sitio, que para iempre será un desolado páramo, no ha quedado más que arena gris y fría.

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Han pasado unos seis mese desde que ella se fue del mundo.

Anoche, un sujeto atravesó la alberca de mi casa, y dejó un papel pegado a mi puerta, donde discursaba el nuevo Dictador.