Soy un hombre sencillo. Nunca necesité más de la vida que lo que me proveía esta pequeña casa blanca donde siempre he habitado. Después de todo, nunca conocí nada más. Hace mucho que mis recuerdos infantiles murieron, y si bien alguna vez llega hasta mí la sutil voz de alguien que ríe, o el repicar de las voces de más personas, hace demasiado que no ha habido nada realmente claro, así que opté por tomar esas visiones por simples escaramuzas entre mi psique y mi locura latente.
Y así fue por siempre, hasta que llegó aquella carta, ese anochecer maldito.
Quizá nunca sepa cómo es el rostro de aquella que la escribió, pero al menos tengo su nombre latiendo en mis sienes.
“Augusta”… así reza el remitente. Al leerlo, sentí una enorme tristeza, pues deseé poder escribir mi propio nombre, sólo que ya no lo recuerdo.
Además, ¿De dónde vino este trozo de papel? Tan sólo apareció un día en que el cielo iba haciéndose rojo y el frío comenzaba a caer de nuevo.
Yo creía que nadie podría llegar hasta esta elevación. Ignoro el porqué de este aislamiento mío, pero así es como vivo. La casa blanca está encaramada en la cúspide de esta colina estrecha. Algo de vegetación gris hace de alfombra hacia todas direcciones, y añade un toque fantasmagórico los días de invierno, cuando la niebla llega hasta niveles inferiores, y se convierte en un mar blanco todo alrededor, con una isla flotando en la inmensidad, donde sólo yo estoy.
¿Alguien habría atravesado ese campo helado? Un par de veces yo me aventuré a bañarme de su esencia inclemente. Ese par de veces estuve a punto de morir, y mis pulmones estuvieron enfermos durante días.
Empero, ahora, tanto tiempo después, ha llegado hasta mis manos una señal de que en verdad hay algo más allá. Que siguen existiendo lo que llamaba “personas”.
La carta reza algo más. Sí, en ella he podido leer un fragmento pequeño, donde esa mujer, no sé con qué sentimientos, me llama “hijo”.
Ahora estoy llevando este trozo de papel en mi mano nudosa. Lo aferro, pensando en esas palabras, y soñando que el llamado que hace esa mujer es una invocación. Verdaderamente que es una forma de llamarme de vuelta a su lado, y llegar a un sitio donde hay personas, que piensan, viven y hablan.
Me sostengo de la fuerza que me ha dado, en este momento, cuando avanzo tan siquiera un poco más, y mi cuerpo se enfrenta al cruel embate del frío infinito.
He avanzado un poco ya, y aún siento que la niebla se ríe de mí. Sigo percibiendo sus dedos largos penetrando mi organismo. La sensación de frío me ha embotado ya un tanto, y apenas si distingo el peso de mis propios pasos. He llegado al punto en que la madeja gris del pasto se ha convertido en niebla también, y yo tan sólo camino en un campo infinito de palidez.
Así, hechizado, no he llegado a sentir el desfallecimiento de mi sentir. A cada paso, he ido pediendo como si se fuera desgajando, un poco de mi aliento. El blanco de alrededor ha comenzado a volverse oscuridad, nada más. Volutas de dolor revolotean entre el mundo y yo, danzan crueles, y perpetran mi respirar.
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Cuando despierto, una inmundicia roja y oscura brota lentamente de mi nariz. Quisiera pensar que es un engaño más de mis sensaciones, pero el dolor esta vez es demasiado palpable como para negarlo. Sin embargo, yo lo agradezco, pues este padecimiento es el que ha logrado despertarme.
Es así como yo puedo sentir esta sensación, que aviva mi nostalgia y me hace vivir de verdad mis momentos postreros.
Porque sí, estoy muriendo, pero el cielo está resplandeciendo de un gris hermoso y de una tibieza reconfortante. La hierba por fin ha dejado de ser gris, y no se quiebra más cuando la toco. Ese color verduzco es algo nuevo, o algo que no recordaba tan sólo, pero algo en él me reconforta.
El mundo se ha convertido en una marea de sensaciones nuevas, y en estos breves instantes, he palpado cada uno de los sentimientos que debía haber enfrentado en mi vida.
Hasta he llegado a sentir, en o más profundo de mi corazón, el esbozo del amor, mientras veía a lo lejos, entre las colinas circundantes, y mis ojos descubrían una verdad que yo he esperado toda mi vida.
Las casas de todos los colores estaban allí, y arrojaban sobre mí algo de luz y algo de recuerdos, reflejando la luz bondadosa y tenue que nos arropa a ambos.
Y yo volví a sentirme una persona, mientras mis pulmones exhalaban su último respirar, y mi sangre me ahogaba por fin.
5 comentarios:
Wow,debo decir que tus relatos se vuelven mas hermosos de lo que son con esas canciones que has puesto a nuestra disposición.
Esta narración es realmente triste,angustiante y roza lo sublime,Corven es verdaderamente fantástica.
Dan ganas de quedarse en este blog....
saludos,mi hermano.
PD : No olvides ir a mi blog y votar para cual te gustaria que le hiciera segunda parte.
un saludo! xd
Oh querido Corven, decididamente dí con tu esencia: languidez e intensidad todo a una.
Me encanta leerte.
Siempre.
Mary
Ya mis hermanos, colegas y amigos, con ustedes siempre seguiré adelante... aunque algunas veces no cuelgo nada en tiempo....
En realidad me ha fascinado tu relato, lo he leido con una sensación de angustia, ansiedad y desesperanza. Es increible la cantidad de sensaciones que eres capaz de transmitir en tu escrito.
El entorno casi se puede palpar y olfatear, tus descripciones son muy buenas y poéticas además.
Vaya, un agradable descubrimiento, me tendrás por aquí mas seguido comentando y si no te molesta te voy a linkear para ver cuando actualizas.
besos
bitter
Pos inmediatamente paso por tu site, mi querida Bitter, ya nos habíamos olisqueado por los lares de Mary,así que será bueno vernos por acá.
P.D.: Te linkeo de inmediato.
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