Elizabeth se levanta, trata de desperezarse un poco y no termina de entender. Su hermana Augusta la abraza un poco, siquiera para darle algo de calor...
En este desierto negro e infinito, sus voces son murmullos que lastiman la ceniza.
Que hienden el vacío.
-Qué suerte que estamos muertas... -susurra Elizabeth.
-No -replica Augusta, con una lágrima de regocijo temblándole en el ojo - la suerte es que tampoco estamos muertas...
5 comentarios:
ohhh genial querido Corven!
me sorprendiste con ese final no me lo esperaba para nada!
tanto en tan pocas palabras...
un beso,
Mary :)
Hermoso relato Corven; felicidades.
No sé, me dejo un sabor a tristeza.
Que estes bien. Muchos saludos!
Pos gracias a ambas, tanto a mi querida Mary.... tanto tiempo como colegas y amigos...
Y a tí, Noche, pues.... tristeza es algo que siempre encontrarás tras estas grises puertas
Un post melancólico Corven, muy bueno, corto y con la información precisa para dejarte con ese mal sabor y la angustia de las protas.
besazos
Y además con ése análisis tan certero y preciso tuyo, mi querida Bitter. Gracias por ingresar y comprender la diáspora de dimensiones que se vive en este negro universo
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