jueves, 29 de septiembre de 2011

Los sueños del desconocido (segunda parte y final)



Comenzó anoche, cuando habían pasado tres años desde ese momento. Primero fue un hálito frío en mi nuca, mientras dormía. Luego, más consciente, fue un murmullo, resonando entre la pared interior de mi hueso frontal y el occipital. Creo que sangré un poco mientras todavía dormía. Habían montañas, allá, lejos y otro poco más, donde ya ni puedo decir que sea lejos. Más negras que la infinitud de su sombra y más enfermas que el cielo que les daba cobijo.

Creo que logré despertar, pues de haber sido una pesadilla, podría olvidar aquello.

La silueta en el umbral estaba tan estática, tan fría y absorbente en su negrura impenetrable, que me consumía a mí misma de tan sólo observar su silencio y su meditación.

¿Habrá existido algún día?

Nunca terminaré de entender qué poder o potestad me empujaron a no cerrar los ojos y observar hasta que esa oscuridad se hizo conmigo.

Debieron pasar días y torrentes de lágrimas hasta que entendiese que de verdad había perdido la vista. ¿No podía ser sólo que el sueño no se terminaba? ¿O es que sólo acertaba a ver las montañas y la silueta, o sólo yo las veía, o yo veía la realidad y los otros no? Ni siquiera acerté a deprimirme. Podía seguir escribiendo, podia continuar. La lástima es un arma cruel, pero efectiva. Ya nadie me iba a exigir nada, nadie pasaría de la pena y la lástima y yo podría continuar en paz. Luego ya ni idea de qué tiempo ha estado pasando. Tengo un vago recuerdo de alguien que me entendía, que escribió seis palabras, lanzadas al vacío de una red que ya no puedo ni ver ni leer. Pienso en ello y siento el frío que sentí la noche en que la silueta me rodeó, me abrazó así, quieta y todo comenzó a acabarse. Debe ser una verdadera lástima el que yo no pueda lamentarme siquiera. Digo, ¿qué podría lamentar? Tengo mi música, escucho susurros en idiomas que nunca entenderé, cuando oigo un inocente disco de Sigur Ros. Y seguiré insisitiendo, si Arcade Fire existe en el mundo, éste no puede ser tan malo. Y puedo escribir. Ya nunca volveré a leer esas seis palabras, pero es lo mismo como si me las dijese a mí misma cuando cae la noche o eso parece o eso me dice mi madrey me corresponde dormir.

Porque aún puedo, aún debo, dormir ese sueño en que la silueta termine de revelarse, con esos hombros recios y ese respirar silencioso que me confirma que es maravilloso porque no existe.

Y de esa sombra, un día, vendrán esas seis palabras otra vez, porque pertenecen a un sueño que yo desconozco.

Un sueño que no es mío.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Los sueños del desconocido (primera parte)


Y esto va en réplica al desafío de mi hermano Ralph Carter!








El día en que llegó la primera carta las sospechas no pasaban de ser más que una manera de seguir una broma. Algo que por lo menos le daba algo de sabor a la insipidez de mi vida. No una pesadilla que no termine nunca.
No este tormento…
Hacía un par de meses que el colegio había terminado. Las despedidas continuas y las lágrimas de todo ese coro post púber, aquellos que se decían mis amigos y amigas, tardaron, para mi gusto, demasiado en cesar.
Y luego vinieron las estupideces de mis padres. Durante meses habíase esforzado en que debía encontrar un modo de llevar mi vida. Ya saben, lo típico, estudiar simplemente, para obtener un cartón, lo que para nosotros es algo así como un permiso para ser una persona.
Pero… ¿Qué podría haber ofrecido el alargar la vida académica para mí? Un par de veces acompañé a mi amigo, el buen Mario, cuando iba a su universidad. Lo poco que vi allí me dejó tan desilusionada como no hubiese podido imaginar.
Y bueno, sólo quedaba alargar un poco el tiempo. Ver qué depararía la vida… Después de todo, mis expectativas al respecto no eran lo que uno diría gloriosas. Apenas si tenía esta ligera habilidad para escribir alguna que otra cosa. Pequeños poemas, alguna vez un cuento corto.
Pero siempre estaba luego lo malo. Alguna vez intenté mostrarle mi arte al resto de la gente. La poca comprensión que vino de ellos al instante me hizo sentir como relegada.
Una historia acerca de un sueño largo, una historia acerca de un mundo imposible.
Y una historia sobre una pesadilla.
Ésta era la más larga y recurrente. Por algún motivo era mi favorita. Era extrañamente palpable el sentir el sufrimiento de una existencia falsa. Más aún cuando ésta correspondía a mi misma.
Y era un momento bello también, el entonces, cuando al despertar decidía tomar el bolígrafo y mi cuaderno de apuntes. Narrar, como para mí misma, aquellas visiones que mi yo inconsciente veía durante las horas de sueño.
Sí, los sueños normales eran espléndidos. Mucho más que mí apagada vida, en verdad. Podía ser un mundo de resplandecientes visiones sin formas físicas o una historia sacada de alguna película épica.
Sin embargo, la verdadera inspiración estaba en las imágenes que aparecían cuando ese mundo era sombrío, gris y moribundo.
Tal vez alguna de esas imágenes haya sido una reminiscencia de mis pensamientos. De mi manera gris de ver el mundo también. Allí afuera era un mercado de apariencias donde uno necesitaba pretender ser algo para conformar la opinión del vulgo, mentir, de la forma más ruin y profunda, por siempre y para todos, pero en especial, para sí mismo.
Y una forma de recaer en esas mismas mentiras eran las estupideces de mis padres. No era tan sólo su desprecio hacia lo poco que tenía yo de valor como persona en ese entonces, sino de su total ignorancia en lo que me rodeaba, en lo que pensaba, en lo poco que sentía, o por lo menos… pretendía sentir.
Al final, luego de bastante tiempo logré hacer un poco de lo que deseaba, de una forma más… regularmente seria, por así decirlo.
La primera vez que publiqué algo, empero, tuvo que ser por los medios más humildes. Tan sólo un espacio en internet debía bastar. Durante semanas simplemente estuvo allí, en medio de la nada, en un espacio expuesto hacia todo el mundo.
Mi primer cuento corto, una historia sobre un caballero andante que buscaba venganza, y que al encontrarla se iba perdiendo a sí mismo. Historia sencilla, incluso inspiradora.
Entonces, luego de un tiempo, un espacio más se abrió. Un comentario.
Yo también me he sentido así…
Creo que ese día, después de mucho tiempo, esbocé por vez primera una sonrisa llena de sinceridad. Eran pocas las personas que yo conocía en el mundo. Menos aún eran aquellas que eran de mi agrado. Y casi nadie, era alguien que pudiera tolerarme como era.
Entonces, alguien que encima me comprendiese…
Yo nunca creí que sólo seis palabras pudieran hacerme sentir tanto.